Ser o no ser, he ahí el dilema.
¿Qué es más alto para el espíritu:
sufrir los golpes y
dardos de la insultante fortuna,
o tomar las armas contra un oceano de
calamidades y,
haciéndoles frente, acabar con ellas?
Se considera naturaleza humana, a un conjunto de rasgos observables, que son
comunes a todos los hombres y que en líneas generales son: sentir, pensar,
actuar.
Así todos los seres humanos tenemos una esfera afectiva, otra intelectual,
otra corporal. La experiencia nos dice que no están yuxtapuestas, sino
íntimamente entrelazadas.
El ser humano es solo uno, no caben los enfoques que
sobredimensionan una esfera en detrimento de la otra ya sean materialismo,
racionalismo, individualismo o cualquier otra clase de reduccionismo.
A diario nos hacemos la pregunta de Hamlet, cuando nos
sentimos indefensos ante las amenazas externas. La inacción puede estar
aparentemente justificada con argumentos que van desde “no puedo hacer nada”
hasta el “a mí no me afecta”.
La prudencia más que en no hacer consiste en hacer bien. No
es autoprotegerse, ni evitar cualquier riesgo, si no hacer el bien humano que
con frecuencia es arduo, exige compromiso y entraña riesgos.
Actuando individualmente funcionamos en base al instinto de
conservación. Al actuar en sociedad son múltiples los intereses que deben ser
coordinados y eso exige inventar la
justicia.
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