Recorrer el Louvre en una Harley


Así se titula un capítulo del libro "El elogio de la lentitud" y se entiende pronto que es un contrasentido aplicar la velocidad para apreciar el arte que guarda ese museo. 
Para la mayoría y me incluyo, la vida está marcada por la prisa y a veces la precipitación. Esta prisa evita que evaluemos nuestras opiniones y que intentemos conocer la de los demás. 
La calma se ha vuelto un producto por escaso, exótico.

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Al ver una foto antigua, ya amarilla por el papel viejo, tomamos conciencia de la velocidad con que pasa el tiempo y la prisa con la que hemos vivido. Si bien habrá logros y satisfacciones en nuestras vidas, también habrá al menos, dudas. Nos hace falta conocernos mejor, que además es recomendación que data de miles de años, inscrita en el templo de Apolo en Delfos: "Conócete a ti mismo".

La prisa ha hecho que la amistad no sea tal. Hoy el paradigma no es el auto conocimiento, si no la adaptación (los dinosaurios desaparecieron por falta de adaptación).  A nivel urbano, las habilidades de la inteligencia emocional, que van de lo interno a lo externo, no despegan tal vez porque se prioriza  la adaptabilidad y flexibilidad, donde los vínculos no se priorizan. Hoy el "networking" ha llenado el espacio de las relaciones sociales y de la amistad.

Convendrá entonces replantear las relaciones sociales. Volver a las raíces: la familia, los amigos de la infancia y de la juventud, del barrio y del trabajo. Buscar aquellos puntos que nos unen, aquellos intereses comunes que generarán vínculos y lograrán la cohesión que requiere la amistad.

La  amistad no es una red social, así como el Louvre no se visita en una Harley.  Hay que aplicar las recetas antiguas y dedicarle tiempo y sacrificio para que prospere.

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