Que me enseña la Navidad

El Evangelio de San Mateo al narrar el nacimiento de Jesús menciona 52 generaciones desde Abraham (el padre de los creyentes, que estuvo dispuesto a sacrificar a su hijo) hasta Jesús. En estas generaciones hay héroes y villanos; con transparencia se muestran los pecados de varios de ellos: David (adulterio y homicidio), Salomón (idolatría), entre otros. Junto a las fallas, también hay momentos de gracia y fidelidad especialmente con José y María. Queda claro por su genealogía que Jesús es perfecto hombre (también es perfecto Dios) y al venir a este mundo asume un pasado familiar (también el de toda la familia humana) que no es precisamente inmaculado. Por eso justamente se encarna Dios, para salvarnos.

El sueño de San José, que pasamos muy rápido en la historia de la Navidad, tiene muchas aristas. José piensa y piensa, y no encuentra solución. Solo al despertar del sueño hará lo correcto, recibir al niño que nace y su madre, aún a riesgo de su honra y su prestigio, porque intuye que serán sus eternos amores. La Navidad es la luz que puede hacernos despertar de nuestro sueño. Salir de nosotros mismos y abrirnos a los demás, sobre todo a los que más necesitan el apoyo físico, la fuerza del afecto y vencer la ignorancia.

Para el viaje de Nazaret a Belén, José dispone de un burro. Qué podemos aprender de este animal tal vez sucio y lacerado, a veces necio y a veces agresivo, dispuesto a repartir coces a quien se acerque. El burro que lleva a la Virgen es manso, no tiene idea del tesoro a cuestas. Avanza obediente y humilde. Al final ha cumplido su cometido, ha sido un instrumento eficaz en la historia de la Navidad. ¿Tendrá Dios un propósito para mi vida?, para el burro lo tuvo, ¿por qué no para mí?

El dueño del mesón perdió la oportunidad de su vida. Habría sido el primero, luego de María y José, en tenerlo en sus brazos. El evangelio cuenta que no había lugar para ellos. Fue una decisión, una mala decisión. Se evalúo la situación: una mujer por alumbrar, un niño llorando, escándalo y ruido, huéspedes molestos, quejas, riesgo de no pago. La decisión evidente y lógica fue evitar tantas molestias, no correr riesgos. Desde entonces queda claro que seguir a Jesús trae consigo molestias y riesgos, que siempre serán superados con la alegría de una vida con sentido y la esperanza de la felicidad eterna.

Los pastores vigilaban por turno su rebaño durante la noche, cuenta San Lucas. El ángel les da la buena noticia del nacimiento del Salvador y les precisa lo que les servirá de señal para encontrarlo: un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre. Yo no me lo hubiera creído. El Salvador del mundo tan indefenso, parece imposible. Expuesto por Dios al capricho y a la fragilidad humana, no parece muy convincente. Yo no lo hubiera creído, pero los pastores si lo creyeron. Gente humilde y sencilla a quienes años más tarde ese niño hecho hombre en su discurso de la montaña bendijo por ser mansos y pacíficos. El camino puede ser ese: velar siempre con humildad.

Ante un fideísmo ingenuo, la historia de la navidad nos muestra que la recta razón es el preámbulo de la fe. El viaje de los 3 sabios que vienen de oriente siguiendo la estrella, se hace sobre la base de una realidad física que ha sido constatada: la estrella. En base a sus estudios emprenden el viaje con fe, pues la fe presupone el conocimiento natural, como la gracia presupone la naturaleza y la perfección lo perfectible. Y al final del viaje superando los peligros físicos y las ambiciones humanas, llegan a su destino. Sin formar parte del pueblo judio, encuentran al Mesías, al Salvador. No cuenta el evangelio que pasó con ellos, no hace falta. Volverían a sus tierras, felices pues su esfuerzo, su ciencia y su fe se vieron coronados con ese breve roce con la Sagrada Familia.

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